viernes, 23 de agosto de 2013

PALACIO POSTAL DE CORREOS

El Palacio de Correos, se erige en el centro del Distrito Federal, como uno de los pocos monumentos que no padece hundimientos y que ha visto caer a otros edificios más jóvenes en los grandes sismos ocurridos en 1911, 1957 y 1985. Llamado por las crónicas de su tiempo como "el riñón de la ciudad", este inmueble de cuatro niveles y 30 metros de altura situado en la esquina de Tacuba y Eje Central, fue edificado a principios de 1902 sobre un terreno que fue sede del Hospital de Terceros Franciscanos, luego se convirtió en la Escuela de Administración y finalmente en hotel de ferrocarrileros, hasta que por las necesidades del Servicio Postal Mexicano se decidió construir esta obra. Dicho proyecto fue encargado al arquitecto italiano Adamo Boari y al ingeniero mexicano Gonzalo Garita.

El primero fue coautor del Palacio de Bellas Artes, mientras que el segundo edificó el actual Hotel de la Ciudad de México (antes Centro Mercantil); la Columna de la Independencia y fue director de Obras del Palacio Nacional y del Castillo de Chapultepec durante el Porfiriato. El entonces Presidente de la República, Porfirio Díaz puso la primera piedra de la construcción el 14 de septiembre de 1902 que se concluiría cinco años más tarde, el 17 de febrero de 1907, con una gran fiesta a la que arribó el Primer Mandatario en una elegante carroza, y a la que concurrieron todos los integrantes del gabinete; miembros del cuerpo diplomático, personalidades de la sociedad y que inició a las ocho de la noche. El costo de la obra ascendió a 2 millones, 921 mil pesos con 94 centavos.

A decir de los críticos de arte, el Palacio Postal posee un estilo híbrido o ecléctico, es decir, sus influencias van desde el medio renacimiento de Italia; pasando por el medio gótico isabelino hasta el plateresco español. Para lograr lo anterior se recurrió a contratistas de Nueva York quienes se encargaron de parte del armazón y acero estructural; el material de fierro y bronce fue traído de Florencia; la parte de escultura y decorado a base de cantera blanca de Pachuca y los mármoles de la fábrica de Santa Julia. El piso original y los acabados de bronce que aún se mantienen en algunas partes de la planta baja y el primer piso fueron exportados de Venecia. El reloj proviene de Alemania, aunque por causas desconocidas se perdió una manecilla. En la actualidad ya opera con varias partes nacionales. Todos los sillares de piedra de las fachadas están ligados entre sí por amarres de hierro y a su vez con columnas, con el propósito de hacer trabajar mejor la estructura del conjunto y prevenir el efecto de temblores y hundimientos.


De hecho, todas las columnas fueron hechas de yeso con un acabado de cera de abeja denominado escayola, para luego protegerlas con una armazón de acero con tela de alambre por dentro. Estas características hacen al edificio más ligero y esbelto. Sin embargo la historia de este inmueble también ha registrado varios incidentes. A principios de los 50´s, el tercer y cuarto nivel fueron concesionados al Banco de México. Incluso se construyó un puente entre ambos edificios para comunicarlos entre sí. En algún momento de esta cesión que finalizó en 1991, las autoridades bancarias decidieron realizar un entre piso, una cocina y un comedor entre otros espacios, lo que rompió con la estructura original. Por si esto fuera poco, pintaron toda la herrería de negro y las columnas de naranja. Lo anterior aunado a los efectos de la contaminación ambiental, hizo necesario que a partir del primero de julio de 1996, empezaran los trabajos de remodelación. No obstante, el Palacio Postal fue declarado como Monumento Artístico el cuatro de mayo de 1987. 

LA CASA DE LA PRIMERA IMPRENTA DE AMÉRICA

Sobre la fachada sur de la casa marcada con el número 10 de la calle del Licenciado Primo Verdad esquina con la calle de Moneda, se puede leer en una placa que indica: "El Virrey Don Antonio de Mendoza estableció aquí en el año de 1536, la Primera Imprenta de América. Los tipógrafos fueron Estaban Martín y Juan Paoli". Edificada por el conquistador Jerónimo de Aguilar en 1524 la llamada "Casa de la Imprenta", su construcción fue en un predio perteneciente al conjunto arquitectónico dedicado a Tezcatlipoca, una de las principales deidades del panteón mexica; por ello, el inmueble está situado en los límites del antiguo recinto sagrado de Tenochtitlan. Don Joaquín García Icazbalceta fue el primero en insinuar que en este sitio estuvo la llamada "Casa de las Campanas", donde funcionó la primera imprenta del Nuevo Mundo, cuyo fundador fue Juan Pablos con licencia otorgada por el alemán Johan Cromberg. En ese entonces las calles se llamaban Martín López y Juan de Cuevas. Al parecer este inmueble cambiaba rápidamente de propietario, pues se tienen informes que perteneció al obispo Fray Juan de Zumárraga, y para 1542 la poseía Martín de Zavala y seis años después estuvo en manos de Martín de Aranguren, aunque después un misterio corre sobre la finca por espacio de dos siglos. Se dice que en el siglo XVII la casona perteneció al Monasterio de Santa Teresa de la Orden de las Carmelas Reformadas.

Es hasta el siglo XVIII cuando se sabe que el inmueble pertenece a la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos de la Ciudad de México. Desgraciadamente, en 1847 las tropas norteamericanas ocuparon el convento destruyendo completamente el archivo, con lo que se perdieron todos los títulos de legítima adquisición que hiciera la comunidad de sus fincas. Posteriormente en 1856 el Padre Maestro Ex provincial y Conmedador del convento Grande de Nuestra Señora de la Merced, Fray Ramón Dávila, vendió la casa al Licenciado Lucio Padilla en tan sólo 15 mil pesos. El señor Padilla murió y en 1895, se vende la propiedad a Luisa María Magdalena Contreras, representante del hospital "San Andrés". Más adelante, en 1918 Arcadio Molina, director de los periódicos "La Lucha", "La Flama" y "El Microbio", se estableció como inquilino del inmueble. Cinco años después y por 40 mil pesos oro nacional, el ganadero Francisco Mier y Terán adquirió la casa. Por la misma cantidad, su viuda se la vendió a Ismael Rego en 1929. Cabe destacar que ya funcionaba en el edificio entre otros negocios, la Imprenta y Papelería Militar "Marte", que bajo otra razón social continúa en funcionamiento en el mismo lugar. De igual forma, se encontraba la casa de huéspedes "La Familiar". Un nuevo cambio de dueño surgió en 1939 cuando Amalia Hernández de Rojas compró el inmueble. Siete meses más tarde, dicha señora lo vuelve a vender a favor de María Ruiz Rueda, originaria de Guadalajara, Jalisco, quien pidió el desalojo de los vecinos con la idea de modernizar el inmueble, aunque no le fueron autorizadas las obras.

Ruiz Rueda vendió la casona de 383 metros cuadrados a su hermano Manuel por 250 mil pesos al contado. A su muerte en 1967, quedó como única propietaria la misma María Ruiz, a quien el Gobierno Federal con motivo de los trabajos de restauración del Centro Histórico, se le compró el 21 de octubre de 1981 por ocho millones de pesos. En octubre de 1989 iniciaron las labores de restauración en este inmueble histórico. La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y el Instituto Nacional de Antropología, mediante la Subdirección de Salvamento Arqueológico, desarrollaron un proyecto de investigación interdisciplinario sobre este edificio para realizar un eficiente proceso de preservación y adecuación del lugar. Los investigadores descubrieron una pieza escultórica mexica. Lo primero que se observó fueron unos enormes colmillos y las escamas, así como un ojo. Poco a poco se pudieron apreciar las dimensiones de la obra. La parte superior se situaba a 82 centímetros de profundidad al nivel del piso. Se trataba de una cabeza de serpiente. Es posible que la cabeza de esta escultura haya sido visible para los inquilinos de la casa en los siglos XVI y XVII. Un detalle de la construcción es que la mampostería se mantuvo intacta por más de 400 años. Actualmente, la UAM utiliza el inmueble como parte de sus oficinas dedicadas a la preservación de la cultura en nuestro país.

sábado, 17 de agosto de 2013

CATEDRAL METROPOLITANA DE MÉXICO

Considerado el Primer Monumento Religioso de América, la Catedral Metropolitana de México fue edificada a lo largo de 218 años por 16 arquitectos sobre una plancha de cemento cimentada por 22 mil estacas de madera, que han resistido sismos, incendios y hundimientos por más de 400 años. Construido sobre un centro ceremonial Mexica, luego de la conquista, fue alzada una catedral provisional sobre lo que sería parte del atrio y Zócalo, misma que sería demolida en 1626.

En 1573 se inició la magna obra literalmente sobre el fango. Para salvar este obstáculo, se copió el modelo de los Mexicas y se llevó a cabo una plancha de cascajo y piedra sobre estacas de madera a una distancia de 60 centímetros cada una. En los primeros 100 años de la obra, ésta se hundió 75 centímetros. Hoy en día hay una diferencia de 1.40 metros de diferencia en el desnivel si uno camina desde la esquina de la calle de Guatemala al lado oeste del Zócalo. Del modelo original lo único que no se concretó fueron dos torres que deberían estar del lado de la calle de Guatemala. Lo primero que se concluyó fue el Altar de los Reyes, terminado por el arquitecto Gerónimo de Balvés, hecho totalmente de madera tallada, con imágenes de santas y santos que fueron reyes y reinas; dicho Retablo está cubierto con hojas de oro y que fue la primera muestra del estilo churrigueresco combinado con barroco.

Hacia 1667 se completó el techo de la construcción. Quizá lo que vino después fue la Sacristía en forma de bóveda. La cúpula la concluyó el arquitecto catalán Manuel Tolsá. En este sitio hay cuatro murales en los que se representan episodios bíblicos como la Creación y la lucha entre Dios y Satán. Fueron obra de artistas del Virreinato como Villalpando e Ibarra. También está una pequeña imagen de la Virgen de la Asunción, a la cual fue dedicada la Catedral. Literalmente pegado a la Catedral fue edificado el Sagrario en 1740, debido a que por motivos religiosos, faltaba una iglesia que se abocara a las labores que cada templo tiene obligación. En cada uno de los costados del templo están repartidas siete capillas, cada una esta separada por muros de 2.80 metros de espesor, lo que ha servido como contrapeso en contra de las inundaciones y temblores. Esta construcción tiene un peso de 127 mil toneladas.

Por cierto que el Calendario Azteca, hallado en 1790, estuvo pegado por muchos años en una pared del sector oeste del inmueble. Más adelante se quitó de ahí, aunque lo que continúa en esa parte es una placa conmemorativa. Cerca de este lugar está un busto del Emperador Cuauhtémoc efectuado en el siglo XIX, y al cual todavía cada 13 de agosto, fecha de la rendición ante los conquistadores españoles, acuden personas para rendirle homenajes póstumos. Uno de los dos órganos del templo procede de España, cuando en 1688 el Venerable Cabildo de la Ciudad de México se lo solicitó al Rey Felipe IV, mismo que llegó a nuestro país en 1693 fabricado por Jorge de Sesma y que fuera instalado en 1695 por Tiburcio Sanz. 40 años más tarde fue estrenado oficialmente el órgano mexicano realizado por José Nazarte. En 1813 se restauran ambos aparatos, a los cuales se les añaden teclados, cajas de viento y al proveniente de Europa se le incluye un fuelle.

La reja que da al Coro fue fabricada en 1722 en Macao, China con el diseño del pintor mexicano Nicolás Rodríguez Juárez, para que se colocara el 10 de marzo de 1730. También puede ser admirado el Facistol, que es una especie de atril gigantesco en el que se colocaban libros de gran tamaño para que los cantos pudiesen ser vistos por los integrantes del coro. Este mueble fue obsequiado por el Arzobispo de Manila, Manuel Antonio Rojo de Río en 1762. Sin embargo, la noche del 17 de enero de 1967 un incendio destruyó parte del Retablo del Perdón, las sillas del Coro, los órganos, así como las pinturas de la cúpula y la parte superior del Retablo de los Reyes. Por ello, en 1972 se procedió a restaurar esta parte por Miguel Ángel Soto, mientras que la maquinaria de los órganos fueron restaurados en unos talleres en Holanda. El Coro de esta Catedral está en forma de hemiciclo y corresponde al mismo esquema de las iglesias ibéricas. De 1696 a 1697 se estableció una doble fila de tribunas con 59 relieves de santos. La obra fue hecha con base en madera de caoba, nogal y cedro. El costo fue de 16 mil 800 pesos.


Exactamente debajo del Retablo de los Reyes se ubican las criptas de los 39 Arzobispos que ha tenido la Ciudad de México, que fue inaugurada por Fray Juan de Zumárraga, cuya tumba se encuentra a la entrada de esta cripta y encima de la cual se eleva la escultura labrada en mármol del propio Zumárraga, en la que resalta en su vestimenta la Virgen de Guadalupe, ya que es de todos conocido que fue a él, a quien el Santo Juan Diego mostró las pruebas de las apariciones de la Virgen Morena. Como dato curioso, en la base de la tumba está una calavera labrada en piedra que fue encontrada en las excavaciones del Templo Mayor.