viernes, 23 de agosto de 2013

LA CASA DE LA PRIMERA IMPRENTA DE AMÉRICA

Sobre la fachada sur de la casa marcada con el número 10 de la calle del Licenciado Primo Verdad esquina con la calle de Moneda, se puede leer en una placa que indica: "El Virrey Don Antonio de Mendoza estableció aquí en el año de 1536, la Primera Imprenta de América. Los tipógrafos fueron Estaban Martín y Juan Paoli". Edificada por el conquistador Jerónimo de Aguilar en 1524 la llamada "Casa de la Imprenta", su construcción fue en un predio perteneciente al conjunto arquitectónico dedicado a Tezcatlipoca, una de las principales deidades del panteón mexica; por ello, el inmueble está situado en los límites del antiguo recinto sagrado de Tenochtitlan. Don Joaquín García Icazbalceta fue el primero en insinuar que en este sitio estuvo la llamada "Casa de las Campanas", donde funcionó la primera imprenta del Nuevo Mundo, cuyo fundador fue Juan Pablos con licencia otorgada por el alemán Johan Cromberg. En ese entonces las calles se llamaban Martín López y Juan de Cuevas. Al parecer este inmueble cambiaba rápidamente de propietario, pues se tienen informes que perteneció al obispo Fray Juan de Zumárraga, y para 1542 la poseía Martín de Zavala y seis años después estuvo en manos de Martín de Aranguren, aunque después un misterio corre sobre la finca por espacio de dos siglos. Se dice que en el siglo XVII la casona perteneció al Monasterio de Santa Teresa de la Orden de las Carmelas Reformadas.

Es hasta el siglo XVIII cuando se sabe que el inmueble pertenece a la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos de la Ciudad de México. Desgraciadamente, en 1847 las tropas norteamericanas ocuparon el convento destruyendo completamente el archivo, con lo que se perdieron todos los títulos de legítima adquisición que hiciera la comunidad de sus fincas. Posteriormente en 1856 el Padre Maestro Ex provincial y Conmedador del convento Grande de Nuestra Señora de la Merced, Fray Ramón Dávila, vendió la casa al Licenciado Lucio Padilla en tan sólo 15 mil pesos. El señor Padilla murió y en 1895, se vende la propiedad a Luisa María Magdalena Contreras, representante del hospital "San Andrés". Más adelante, en 1918 Arcadio Molina, director de los periódicos "La Lucha", "La Flama" y "El Microbio", se estableció como inquilino del inmueble. Cinco años después y por 40 mil pesos oro nacional, el ganadero Francisco Mier y Terán adquirió la casa. Por la misma cantidad, su viuda se la vendió a Ismael Rego en 1929. Cabe destacar que ya funcionaba en el edificio entre otros negocios, la Imprenta y Papelería Militar "Marte", que bajo otra razón social continúa en funcionamiento en el mismo lugar. De igual forma, se encontraba la casa de huéspedes "La Familiar". Un nuevo cambio de dueño surgió en 1939 cuando Amalia Hernández de Rojas compró el inmueble. Siete meses más tarde, dicha señora lo vuelve a vender a favor de María Ruiz Rueda, originaria de Guadalajara, Jalisco, quien pidió el desalojo de los vecinos con la idea de modernizar el inmueble, aunque no le fueron autorizadas las obras.

Ruiz Rueda vendió la casona de 383 metros cuadrados a su hermano Manuel por 250 mil pesos al contado. A su muerte en 1967, quedó como única propietaria la misma María Ruiz, a quien el Gobierno Federal con motivo de los trabajos de restauración del Centro Histórico, se le compró el 21 de octubre de 1981 por ocho millones de pesos. En octubre de 1989 iniciaron las labores de restauración en este inmueble histórico. La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y el Instituto Nacional de Antropología, mediante la Subdirección de Salvamento Arqueológico, desarrollaron un proyecto de investigación interdisciplinario sobre este edificio para realizar un eficiente proceso de preservación y adecuación del lugar. Los investigadores descubrieron una pieza escultórica mexica. Lo primero que se observó fueron unos enormes colmillos y las escamas, así como un ojo. Poco a poco se pudieron apreciar las dimensiones de la obra. La parte superior se situaba a 82 centímetros de profundidad al nivel del piso. Se trataba de una cabeza de serpiente. Es posible que la cabeza de esta escultura haya sido visible para los inquilinos de la casa en los siglos XVI y XVII. Un detalle de la construcción es que la mampostería se mantuvo intacta por más de 400 años. Actualmente, la UAM utiliza el inmueble como parte de sus oficinas dedicadas a la preservación de la cultura en nuestro país.

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